MENSAJE EL SANTO PADRE
JUAN PABLO II
AL CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN
FRANCISCANA SEGLAR
Amadísimos hermanos y
hermanas:
1. Os acojo a todos con alegría y os doy a cada uno mi cordial
bienvenida: a los miembros de la presidencia del Consejo internacional de
la Orden franciscana seglar, tanto a la nueva como a la precedente, a todos los
participantes en el décimo capítulo general y, a través de vosotros, a todos
los franciscanos seglares y a los miembros de la juventud franciscana presentes
en el mundo.
En este capítulo general habéis llevado a término la actualización de
vuestra legislación fundamental. Tenéis ahora en las manos la Regla, aprobada
por mi predecesor Pablo VI, de feliz memoria, el 24 de junio de 1978; el
Ritual, aprobado el 9 de marzo de 1984; las Constituciones generales, aprobadas
definitivamente el 8 de diciembre de 2000; y el Estatuto internacional,
aprobado en este capítulo. Ahora es necesario mirar al futuro y remar mar adentro: Duc in
altum!
La Iglesia espera de la Orden franciscana seglar, una y única, un gran
servicio a la causa del reino de Dios en el mundo de hoy. Desea que vuestra
Orden sea un modelo de unión orgánica, estructural y carismática en todos
los niveles, de modo que se presente al mundo como "comunidad de
amor" (Regla de la Orden franciscana seglar, 26). La Iglesia espera
de vosotros, franciscanos seglares, un testimonio valiente y coherente de vida
cristiana y franciscana, que tiende a la construcción de un mundo más
fraterno y evangélico para la realización del reino de Dios.
2. La reflexión hecha en este capítulo sobre la "Comunión vital
recíproca en la familia franciscana" os impulsa a comprometeros cada vez
más en la promoción del encuentro y del entendimiento ante todo dentro de
vuestra Orden, después con respecto a los demás hermanos y hermanas
franciscanos y, por último, con el máximo esmero, como quería san Francisco,
en la relación con la autoridad jerárquica de la Iglesia.
Vuestra legislación renovada os da óptimos instrumentos para realizar y
expresar plenamente la unidad de vuestra Orden y la comunión con la familia
franciscana dentro de coordenadas precisas. Prevé, ante todo, el servicio de
animación y guía de las Fraternidades, "coordinadas y vinculadas en
conformidad con la Regla y las Constituciones"; este servicio es
indispensable para la comunión entre las Fraternidades, con vistas a la
colaboración ordenada entre sí y a la unidad de la Orden franciscana seglar (cf.
Constituciones generales de la Orden franciscana seglar, 29. 1).
También es importante "la asistencia espiritual como elemento fundamental
de comunión", que hay que prestar colegialmente a nivel regional,
nacional e internacional (ib., 90. 3). Por último, es de suma
importancia el servicio colegial del altius moderamen, "confiado
por la Iglesia a la primera Orden franciscana y a la tercera Orden
regular", a las que desde hace siglos está vinculada la Fraternidad
seglar (cf. ib., 85. 2; 87. 1).
Deseo vivamente que la nueva presidencia del Consejo internacional de la Orden
franciscana seglar (CIOFS) prosiga el camino emprendido por la precedente hacia
la meta de un verdadero y único cuerpo, en fidelidad al carisma recibido de
san Francisco y con coherencia con las líneas fundamentales de la legislación
renovada de vuestra Orden.
3. En el encuentro que tuve hace más de veinte años, el 27 de septiembre
de 1982, con los participantes en la asamblea general de vuestro Consejo
internacional, os dije: "Os exhorto a estudiar, amar y vivir la
Regla de la Orden franciscana seglar aprobada por mi predecesor Pablo VI para
vosotros. Es un auténtico tesoro esta regla que tenéis en las manos,
sintonizada con el espíritu del concilio Vaticano II y adecuada a cuanto
espera la Iglesia de vosotros" (Discurso, n. 2: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 10 de octubre de 1982, p. 10). Me
alegra poder dirigiros palabras análogas hoy: ¡estudiad, amad y vivid
también vuestras Constituciones generales! Os exhortan a aceptar la ayuda que,
para cumplir la voluntad del Padre, os ofrece la mediación de la Iglesia, los
que en ella han sido constituidos en autoridad, y los hermanos.
Estáis llamados a dar una contribución propia, inspirada en la persona y en
el mensaje de san Francisco de Asís, para apresurar la realización de una
civilización en la que la dignidad de la persona humana, la corresponsabilidad
y el amor sean realidades vivas (cf. Gaudium
et spes, 31 ss). Debéis profundizar los verdaderos fundamentos de la
fraternidad universal y crear por doquier un espíritu de acogida y un clima de
hermandad. Comprometeos con firmeza a luchar contra toda forma de explotación,
discriminación y marginación, y contra toda actitud de indiferencia con los
demás.
4. Vosotros, franciscanos seglares, vivís por vocación la pertenencia a
la Iglesia y a la sociedad como realidades inseparables. Por eso, se os pide
antes que nada el testimonio personal en el ambiente en el que vivís:
"Ante los hombres; en la vida de familia; en el trabajo; en la alegría y
en el sufrimiento; en el encuentro con los hombres, todos hermanos en el mismo
Padre; en la presencia y la participación en la vida social; en la relación
fraterna con todas las criaturas" (Constituciones generales de la Orden
franciscana seglar, 12. 1). Quizá no se os pida el martirio de
sangre, pero, ciertamente, se os pide el testimonio de coherencia y firmeza en
el cumplimiento de las promesas hechas en el bautismo y en la confirmación,
renovadas y confirmadas con la profesión en la Orden franciscana seglar. En
virtud de esta profesión, la Regla y las Constituciones generales deben
representar para cada uno de vosotros el punto de referencia de la experiencia
diaria, a partir de una vocación específica y de una identidad precisa (cf. Promulgación
de las Constituciones generales de la Orden franciscana seglar). Si
verdaderamente os impulsa el Espíritu para alcanzar la perfección de la
caridad en vuestro estado seglar, "sería un contrasentido contentarse con
una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad
superficial" (Novo millennio ineunte, 31). Es preciso comprometerse
con convicción en favor de ese "alto grado de la vida cristiana
ordinaria" al que invité a los fieles al término del gran jubileo del año
2000 (ib., 5).
5. No quiero concluir este mensaje sin recomendaros considerar vuestra
familia como el ámbito prioritario en el que debéis vivir vuestro compromiso
cristiano y vuestra vocación franciscana, dando en ella espacio a la oración,
a la palabra de Dios y a la catequesis cristiana, y trabajando por el respeto
de toda vida, desde su concepción y en toda situación, hasta la muerte. Es
preciso que vuestras familias "den un ejemplo convincente de la
posibilidad de un matrimonio vivido de manera plenamente conforme al proyecto
de Dios y a las verdaderas exigencias de la persona humana: tanto de la
de los cónyuges como, sobre todo, de la de los más frágiles, que son los
hijos" (ib., 47).
En este contexto, os exhorto a rezar el santo Rosario, que, por antigua tradición,
"es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia.
Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad
de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente
y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de
Dios" (Rosarium
Virginis Mariae, 41). Hacedlo con la mirada fija en la Virgen María,
sierva humilde del Señor, disponible a su Palabra y a todas sus exhortaciones,
a quien san Francisco rodeó de indecible amor y que fue designada Protectora y
Abogada de la familia franciscana. Testimoniadle a ella vuestro ardiente amor
con la imitación de su disponibilidad incondicional y elevando una oración
confiada y consciente (cf. Regla de la Orden franciscana seglar, 9).
Con estos sentimientos, os imparto de corazón a vosotros, franciscanos
seglares, y a vosotros, miembros de la juventud franciscana, una bendición
apostólica especial.
Vaticano, 22 de noviembre de 2002